6 de agosto de 2011

Colombia desde la distancia

Quiero a mi país, pero curiosamente me he encontrado que la gente se empeña en preguntarme que por qué digo que lo quiero si solamente hablo de sus cosas malas; me dicen además, que en lugar de resaltar las cosas malas debería destacar las buenas, y ser parte de la solución y no del problema. Es normal, y los entiendo, ya que encontrar en mi Facebook enunciados como “país de mierda”, “país inviable”, o “Colombia es-tamal” es pan de casi todo los días (No sé cómo siguen siendo mis contactos). He intentado explicarles muchas veces que realmente la quiero y que me importa tanto que sólo me queda hablar de sus cosas malas, porque las buenas ya las conocemos (asumiendo que son buenas). Soy una suerte de pastel envenenado como ya han dicho de nuestro ex compatriota Fernando Vallejo. Lo que quiero decir es que si no identificamos y reconocemos nuestros problemas no podremos solucionarlos. Lo que pasa es que nuestro país tiene tantos problemas, y todos a la vez que las soluciones nunca llegan a plantearse, porque solo hablar de los problemas nos ocupa todo el tiempo. Y cuando tenemos la suerte de que alguien salga con una idea lo banalizan y le dicen estúpido, tonto, incapaz, y demás barbaridades, como le pasó a Antanas Mockus el año pasado.

Por poner algunos ejemplos, voy a decir algunas cosas que me gustan y no me gustan, y espero que no molesten tanto, y que sean tan factibles de reconocer para usted como lo son para mí.

Respeto la idea de que somos un país feliz. Eso asumiendo lo que dicen algunas organizaciones internacionales (algunas veces he pensado que más que felicidad es demencia senil mezclada con alcohol), pero me preocupa que esa felicidad la paguemos al gran precio de la ignorancia.

Me enamora la candidez de las mujeres, pero me desconcierta que sean tan temerosas y no luchen por sus derechos de género (si se descuidan les van a quitar el derecho al aborto en caso de ser necesario, y seguro que se descuidan).

Me gusta que el deporte nacional sea el fútbol, pero no estoy de acuerdo con el manejo que se le da desde las organizaciones deportivas, y que no se le saque todo el provecho al gran talento de nuestros deportistas. Tampoco me gusta que no se preste el mismo apoyo (si se le puede llama así) a otros tantos deportes.

Amo el hecho de que tengamos tantos recursos naturales y aprecio nuestra valiosa biodiversidad, pero me molesta que esos recursos los exploten otros países como Canadá, Inglaterra, Estados Unidos, o España y nosotros no veamos ningún beneficio de eso.

Me encanta la amabilidad y la calidez en el trato de las personas, pero me molesta que siempre detrás de eso haya una doble intensión para sacar partido (nótese en los taxistas o en los vendedores de carros). Y que además le llamemos a eso Malicia indígena. Al contrario, pienso que los indígenas eran más bien inocentes y correctos, y esa malicia entró por otro lado.

Por ejemplo también me gusta el humor colombiano, pero me da pena que maten a los humoristas como Jaime Garzón, del cual ya se van a cumplir 12 años de impunidad de su asesinato (por cierto, me adhiero a su pensamiento cuando decía que amigo es aquel que nos dice la verdad).

Me parece muy bien que según las Naciones Unidas seamos un país con democracia y organismos de control, pero me indigna que en realidad sólo haya un partido político en el poder, porque el resto se le pegan para comer de las cuotas burocráticas y la corrupción, y que además le llamen a eso de una forma tan bonita: “Unidad Nacional”. Y es que si no hay oposición no hay control al Gobierno y por eso hacen lo que hacen.

Y para terminar, también respeto su religión predominante, soy católico de crianza, pero me horroriza la gran autoridad que tiene la Iglesia Católica (con todos sus atrasos ultraconservadores) en la administración nacional, para muestra un botón: el señor Procurador de la Nación. Es que resulta que hay más religiones en nuestro país, y así no lo creamos, hay ateos también, y no pasa nada con eso, cada uno cree o no cree en lo que quiera, por lo menos eso es lo que dice nuestra Constitución.

En fin, yo soy colombiano y no me resigno a aceptar a Colombia tal cual como está, quiero cambios. Lo que no quiere decir que no la quiera, todo lo contrario. Es decir, quiero que quede claro que es todo lo contrario.