Imaginemos por
un rato que Usted es un gran lector cual García Márquez, cual Che Guevara, cual
Steve Jobs en sus juventudes, que devoraban
todo lo que caía en sus manos. Ya sé que es difícil que eso pase, porque me
incluyo en la basta masa ignorante que somos, pero si es capaz de hacerlo,
puede llegar a imaginarse sentir que ésta entrada es como un caramelo
agridulce, y esperar a saber a qué le sabe al final, si más agrio que dulce o
viceversa, podemos continuar con el siguiente reto, que es más pretencioso aún.
Ahora imagínese que le gusta la arquitectura y que está dispuesto a leer algo
al respecto y al final de la lectura, podrá sentirse con la autoridad moral e
intelectual de opinar, suponiendo que vivimos en un mundo libre. Si estamos de
acuerdo en esos dos o tres puntos, ingenuos pero loables, proceda.
Ya sé que la
argucia de picarle para que lea éstas palabras es deleznable, pero necesito su
atención (de verdad, la necesito, la necesitamos), porque ésta entrada no va
dirigida a mis amigos arquitectos, sino a mis amigos no arquitectos. A Usted. Va
dirigida a Usted, ese tipo de persona envidiable que eligió, por vocación, por
convicción o por opción, y con mucha fortuna, no joderse intentando crear productos
agradables, adecuados y funcionales para otras personas. Sí, el ser arquitecto
es un infortunio y muchas veces, un despropósito. "Es una mujer muy cara",
como dijo alguno de nosotros hace rato. Porque hable con quien hable, nadie,
casi sin excepción, cumpla las funciones que cumpla o ejerza la carrera que
ejerza, se aplica y se implica trabajando las horas, días, semanas y meses que
hagan falta, casi sin parar, sacrificando incluso el tiempo de su familia, para
terminar un producto a satisfacción de terceros y a insatisfacción propia, que
una persona que dedique a la arquitectura (que no a la construcción). O bien, llámese escritor, compositor,
escultor, pintor, en general, a las bellas artes. No hay oficio más exigente
que el de complacer los sentidos de los demás, y eso muy pocas personas lo
logran comprender, porque claro, como sus oficios tienen horario con inicio y final,
no logran entender cómo alguien puede sentir ese impulso incontrolable,
desmedido y necesario de trabajar día y noche en un proyecto sin calcular su
desgaste físico y mental, para sólo hacer una labor casi altruista, como la de
satisfacer las necesidades de un cliente que no valorará totalmente ese
esfuerzo. Entiendo que en este mundo de mercantiles comprender la pasión, la
dedicación y el compromiso con y por el arte es complicado.
Esta información
que le acabo de facilitar puede parecer autocompasiva, que lo es, pero es muy
necesaria para entender el mensaje final.
Yo, que soy un romántico
del tema y como habrá notado, elevo la Arquitectura al nivel de las artes más
sublimes, no por egocéntrico —que
también—, sino porque le
creo a los griegos que lo dijeron en su momento y que entre otras cosas
maravillosas nos regalaron la democracia.
Imagínese que el
arte tiene precio y que un cuadro pintado al óleo tiene cliente. Casos se han
dado, porque los artistas también comen y necesitan dinero y hasta Picasso
pintó retratos. Pero ojo, eso no tiene precio, porque los sentimientos no lo
tienen, (¿no?) y el arte es un sentimiento expresado. Expresado en un papel, en
un lienzo, en una piedra o en un espacio. Por eso no se puede llamar arte a lo
que hace una persona con cierto talento, que es catapultada a la fama por una
maquinaria publicitaria con fines comerciales, llámese gamín venido a
reguetonero o Justin Bieber. Ahí que entre el diablo y escoja.
En fin. Un dato:
más del 90% de las construcciones en el país no fueron diseñadas ni construidas
por arquitectos, sino por profanos en el tema (y eso incluye a ingenieros). Así
como un alto porcentaje de colombianos nunca pudieron tener acceso a la
educación y por eso terminaron genocidas en el poder como Álvaro Uribe Vélez. Hay
mucho por hacer. Casi todo.
Y bueno, eso no
termina ahí, ese poco menos del 10% que se diseña y se construye por arquitectos
está viciado por los clientes que poco se conforman, y que obviamente, poco
saben del tema, porque en principio, para eso contrataron los arquitectos.
Entonces, ¿qué porcentaje del país está diseñado y construido adecuadamente? Muy,
muy poco, eso es seguro. Por eso la categoría de proyectos resultado de
concursos es tan importante. Aparte de ser la única herramienta que permite
acceder a un proyecto democráticamente, es casi la única que respeta el diseño
original del arquitecto. Pero ese es otro tema.
Ahora bien,
Usted que no me conoce (porque ni yo), haga el esfuerzo de atender esto que lo
digo de buena fe: un arquitecto siempre querrá hacer lo mejor para Usted. Bueno,
'siempre'... no se mete la mano al fuego por nadie, pero seguramente la gran mayoría
sí. Así que por favor, déjelo hacer su trabajo tranquilo, lo más seguro es que
Usted termine satisfecho por muchas razones. Le atenderá sus inquietudes, le
ahorrará dinero, le solucionará sus problemas, le proporcionará espacios amenos
para su habitare y el de los suyos en
el mundo y hasta ejercerá de psicólogo si hace falta; en pocas palabras, le
mejorará la vida en grandes proporciones. Por otro lado, no le desprecie, no le
menosprecie, no infravalore su trabajo, que éstas personas (siempre me incluyo)
trabajan buscando su bienestar, para eso los educaron, no para engañarle:
páguele bien. Pague bien, en general. Las cosas son mejores cuando se remuneran
correctamente. El producto será el mejor, su vida será mejor, y la del
arquitecto también.
Al final,
Usted disculpará, pero no hay mensaje, sólo es una opinión suelta, porque cada
uno decide, como siempre, desde cómo actúa hasta cómo vota —que es lo mismo. Éste sólo fue un
pretexto para confesar algunos sentimientos reprimidos que siempre están en el aire
de ésta mi profesión, y que pocos escriben, pero sí se dice y mucho. Yo di un
paso adelante, porque, parafraseando a José Saramago suscribo, es tiempo de volver al compromiso, el
arquitecto tiene que decir quién es y qué piensa. ¡Salud!