21 de diciembre de 2013

Hágase y háganos el favor



Imaginemos por un rato que Usted es un gran lector cual García Márquez, cual Che Guevara, cual Steve Jobs en sus juventudes, que devoraban todo lo que caía en sus manos. Ya sé que es difícil que eso pase, porque me incluyo en la basta masa ignorante que somos, pero si es capaz de hacerlo,  puede llegar a imaginarse sentir que ésta entrada es como un caramelo agridulce, y esperar a saber a qué le sabe al final, si más agrio que dulce o viceversa, podemos continuar con el siguiente reto, que es más pretencioso aún. Ahora imagínese que le gusta la arquitectura y que está dispuesto a leer algo al respecto y al final de la lectura, podrá sentirse con la autoridad moral e intelectual de opinar, suponiendo que vivimos en un mundo libre. Si estamos de acuerdo en esos dos o tres puntos, ingenuos pero loables, proceda.

Ya sé que la argucia de picarle para que lea éstas palabras es deleznable, pero necesito su atención (de verdad, la necesito, la necesitamos), porque ésta entrada no va dirigida a mis amigos arquitectos, sino a mis amigos no arquitectos. A Usted. Va dirigida a Usted, ese tipo de persona envidiable que eligió, por vocación, por convicción o por opción, y con mucha fortuna, no joderse intentando crear productos agradables, adecuados y funcionales para otras personas. Sí, el ser arquitecto es un infortunio y muchas veces, un despropósito. "Es una mujer muy cara", como dijo alguno de nosotros hace rato. Porque hable con quien hable, nadie, casi sin excepción, cumpla las funciones que cumpla o ejerza la carrera que ejerza, se aplica y se implica trabajando las horas, días, semanas y meses que hagan falta, casi sin parar, sacrificando incluso el tiempo de su familia, para terminar un producto a satisfacción de terceros y a insatisfacción propia, que una persona que dedique a la arquitectura (que no a la construcción).  O bien, llámese escritor, compositor, escultor, pintor, en general, a las bellas artes. No hay oficio más exigente que el de complacer los sentidos de los demás, y eso muy pocas personas lo logran comprender, porque claro, como sus oficios tienen horario con inicio y final, no logran entender cómo alguien puede sentir ese impulso incontrolable, desmedido y necesario de trabajar día y noche en un proyecto sin calcular su desgaste físico y mental, para sólo hacer una labor casi altruista, como la de satisfacer las necesidades de un cliente que no valorará totalmente ese esfuerzo. Entiendo que en este mundo de mercantiles comprender la pasión, la dedicación y el compromiso con y por el arte es complicado.

Esta información que le acabo de facilitar puede parecer autocompasiva, que lo es, pero es muy necesaria para entender el mensaje final.

Yo, que soy un romántico del tema y como habrá notado, elevo la Arquitectura al nivel de las artes más sublimes, no por egocéntrico que también, sino porque le creo a los griegos que lo dijeron en su momento y que entre otras cosas maravillosas nos regalaron la democracia. 

Imagínese que el arte tiene precio y que un cuadro pintado al óleo tiene cliente. Casos se han dado, porque los artistas también comen y necesitan dinero y hasta Picasso pintó retratos. Pero ojo, eso no tiene precio, porque los sentimientos no lo tienen, (¿no?) y el arte es un sentimiento expresado. Expresado en un papel, en un lienzo, en una piedra o en un espacio. Por eso no se puede llamar arte a lo que hace una persona con cierto talento, que es catapultada a la fama por una maquinaria publicitaria con fines comerciales, llámese gamín venido a reguetonero o Justin Bieber. Ahí que entre el diablo y escoja.

En fin. Un dato: más del 90% de las construcciones en el país no fueron diseñadas ni construidas por arquitectos, sino por profanos en el tema (y eso incluye a ingenieros). Así como un alto porcentaje de colombianos nunca pudieron tener acceso a la educación y por eso terminaron genocidas en el poder como Álvaro Uribe Vélez. Hay mucho por hacer. Casi todo.

Y bueno, eso no termina ahí, ese poco menos del 10% que se diseña y se construye por arquitectos está viciado por los clientes que poco se conforman, y que obviamente, poco saben del tema, porque en principio, para eso contrataron los arquitectos. Entonces, ¿qué porcentaje del país está diseñado y construido adecuadamente? Muy, muy poco, eso es seguro. Por eso la categoría de proyectos resultado de concursos es tan importante. Aparte de ser la única herramienta que permite acceder a un proyecto democráticamente, es casi la única que respeta el diseño original del arquitecto. Pero ese es otro tema.

Ahora bien, Usted que no me conoce (porque ni yo), haga el esfuerzo de atender esto que lo digo de buena fe: un arquitecto siempre querrá hacer lo mejor para Usted. Bueno, 'siempre'... no se mete la mano al fuego por nadie, pero seguramente la gran mayoría sí. Así que por favor, déjelo hacer su trabajo tranquilo, lo más seguro es que Usted termine satisfecho por muchas razones. Le atenderá sus inquietudes, le ahorrará dinero, le solucionará sus problemas, le proporcionará espacios amenos para su habitare y el de los suyos en el mundo y hasta ejercerá de psicólogo si hace falta; en pocas palabras, le mejorará la vida en grandes proporciones. Por otro lado, no le desprecie, no le menosprecie, no infravalore su trabajo, que éstas personas (siempre me incluyo) trabajan buscando su bienestar, para eso los educaron, no para engañarle: páguele bien. Pague bien, en general. Las cosas son mejores cuando se remuneran correctamente. El producto será el mejor, su vida será mejor, y la del arquitecto también.

Al final, Usted disculpará, pero no hay mensaje, sólo es una opinión suelta, porque cada uno decide, como siempre, desde cómo actúa hasta cómo vota que es lo mismo. Éste sólo fue un pretexto para confesar algunos sentimientos reprimidos que siempre están en el aire de ésta mi profesión, y que pocos escriben, pero sí se dice y mucho. Yo di un paso adelante, porque, parafraseando a José Saramago suscribo, es tiempo de volver al compromiso, el arquitecto tiene que decir quién es y qué piensa. ¡Salud!

28 de mayo de 2013

Elogio a la grilla

Esa chica sensual que engalana nuestros paisajes urbanos con su leve caminar rodillijunto patiapartado, que con cadencia salsera alegra la ciudad y con sus vestimentas coquetas se roba la mirada de cuanto viejo verde camina a su alrededor; esa trigueña bajita, esa blanquita laboriosa, esa rubita de caja, esa de modos simpáticos y mirada desenfadada, a esa mujer que representa, a groso modo, más del 90% de la belleza femenina colombiana, y que inadecuadamente es catalogada como grilla, a ella, le dedico este elogio que busca enaltecer su existencia en nuestro panorama nacional.

No hay nada más sexual que un chamizo bien tatuado sobre un coxis femenino. Simétrico como la naturaleza, encantador como su propio lienzo, que invita a contemplarle, a acariciarle, a palparlo para apreciar su prolijo arte y que al no poder hacerlo, se van las ganas detrás de él cuando se baja en la siempre odiosa parada del autobús.

Pocas cosas más sensuales, compartirá Usted conmigo, querido lector, que un par de chanclas bajitas de cuerina blanca y de diseño minimalista con toques rococó,  que por baratas que sean las firmaría el propio Steve Jobs si hubiera sabido que servirían a unos hermosos pies, con sus uñas siempre pintadas de colores y formas inocentes, que cualquier hombre besaría encantado si no fuera porque se van de prisa entrando a alguna tienda de accesorios brillantes.

Nada, nada se compara a esas blusas ceñidas a su cuerpo moldeado por la simple naturaleza, con esa grasita animal tan saludable, donde las aburridas rutinas del gimnasio nunca han intervenido y que cuando avanza en edad tiende a lucir una leve barriga en una forma redonda pura; sí, esa blusa variopinta, que a veces va suelta, de mangas asimétricas, de tela lisa transparente que termina en diagonal sobre la cintura y que deja apreciar esas curvas, a veces convexas y otras cóncavas, ¡qué importa!, de esa figura femenina que se entrelaza con pantalón apretado acompañado, a veces por chancla y a veces por bota negra puntuda, y que se deja adornar, cómo no, por el encanto de las lentejuelas.

Ella, digna egresada de universidad privada clasemedia, oh, sí, grilla hermosa; esa chica que ya sabe que "Marbelle es una boleta, marica, qué tal"; que sueña con ser Jessica Cediel en el catálogo de Ela o Laurita Acuña, flaca mamasita, junto al buenazo de Jota Mario por las mañanas; que admira a Falcao, "papasito", y que viste la camiseta de su equipo favorito cuando corresponde, llámese Nacional o América o Colombia, ella, grilla preciosa, qué pasión tienes, brindo con cerveza Águila por todo lo que eres.

Ella, que en su Facebook aún escribe CoMBiNanDo SimPäaTiCAmeNte LaS MayUscuLAS y MinUsKulas, Con kas y cus a su antojo, despreciando a la aburrida ortografía, ¡qué creativa es!

Ella, que tiene todos los méritos estéticos para futura funcionaria pública y con un poco de suerte podrá ser gobernadora de algún departamento cafetero.

Ella, que sin esfuerzo alguno contonea sus curvas, a veces convexas y otras cóncavas, ¡qué importa!,  al fabuloso ritmo del reguetón, género musical tan liberal, como su propia ideología.

Tú, sí, tú, amalgama de virtudes, que cuando te bautizan con un nombre tedioso lo transformas en algo divertido como Elianis, Luisis o Lauris para poder estar a la altura de tus amigas Miladis, Yuramis o Yorladis.  A ti, bella mujer, que podría seguir adulando con cientos de características espléndidas, nunca cambies, y si te cuestionan alguna vez, di con orgullo: "mi originalidad es de mí misma, yo me visto como yo, yo bailo como yo, yo me expreso como yo" sin miedo ninguno. No dejes que te estereotipe nadie, sigue así, auténtica, alegre y descomplicada, porque sin ti, este país no sería tan apreciado por los queridos estadounidenses y no sería catalogado por los respetados ingleses como el segundo país más feliz del mundo después de las islas Vanuatu.


5 de abril de 2013

Cuando el pasado no te alcanza


En alguna ocasión en mi apartamento de España llegó de pasada un amigo de mi prima proveniente de Andalucía, ni muy viejo ni muy joven, muy simpático, inteligentísimo, porrero, sumamente culto, pero sobretodo trajinado, tenía la pinta de haber triunfado y fracasado varias veces en la vida, y por esos días se le notaba en la mirada que andaba en horas bajas. Después de intercambiar algunas ideas, porros y tragos sociales salió el tema de la música. Le comenté que solamente conocía una buena banda española después de Héroes del Silencio o como mucho Melendi o Estopa, que venía a ser Vetusta Morla. El hombre encantado por lo que acaba de decirle sacó de su bolso de viaje varios cedés de rock español. Entre ellos, me dio la impresión que sacaba algún tesoro de esos que se manipulan con mucho cuidado. Era un álbum de cómics que contenían las letras de las canciones de un artista que el hombre evidentemente veneraba. Yo, mientras lo escuchábamos y en medio de mi ignorancia sólo le presté la suficiente atención cordial como para que terminara su cuento y así poder pasar a otras cosas. No me interesó mucho lo que me contaba de éste cantante y como seguramente él entendería que no me cautivó lo suficiente, seguimos en otros temas, y al día siguiente continuó con su viaje para nunca más volverlo a ver en mi vida. Ni recuerdo cómo se llama este hombre que, ahora que me encuentro entre tanto impresentable, me cae mejor de lo que me cayó en ese momento.

Hoy estaba buscando música nueva, que es lo que usualmente hago en mis ratos de ocio y me topé con Iván Ferreiro, un cantante español como cualquier otro, pensé, y entonces lo puse a sonar y de repente se me vinieron todas las cosas que me contó ese tipo en esa ocasión. Fue una traslación inmediata a ese momento. Me acordé que me mostró el librillo de cómics y me explicaba lo que había significado ese artista para él y lo mucho que lo había ayudado en tanta vida que había vivido. Ahora lo entiendo mucho más que en ese momento, no sé si porque ahora le presto más atención a las letras, o porque simplemente las cosas en la vida no aparecen cuando te las quieren mostrar, sino cuando estás preparado para ellas. Es una música intimista, encantadora, muy honesta y brutalmente cruda. Ahora quisiera darle las gracias a ese tipo que me enseñó esta música en su momento, y de paso pedirle disculpas por no valorar lo que para él era tan importante y quería, desde la bondad, que lo fuera para mí también. Tío, donde quiera que estés, gracias por esto.




13 de febrero de 2013

Un día con Paul Auster

Un día leyendo a Paul Auster. Exactamente una de sus obras más prolijas según se rumorea por los pasillos de Internet: La ciudad de cristal, una novela que hace parte de su Trilogía de Nueva York. Un libro de tres que, según cuentan las malas lenguas de Wikipedia, significarían el "lanzamiento internacional" del escritor neoyorkino ya bien galardonado con el premio Príncipe de Asturias (2006). Magnífica narrativa, vale apuntar, encoñador, diría el príncipe español al leerlo.  Ya sé que no es tan relevante que haya leído un libro (aunque me queda la enseñanza que se puede leer un buen libro en un solo día), pero lo que sí es relevante es haber leído éste libro especialmente, recomendado por una tuitera un 22 de noviembre solitario, como hoy. Por cierto, gracias a @paolaarcila. Es importante porque me incitó, como todo buen libro, a escribir respecto a él; o mejor, me sirvió de pretexto para escribir sobre cualquier cosa, como de mí mismo, por ejemplo.

Me llegó. Me identifiqué con el personaje más de lo normal, y no precisamente de forma positiva, lo que es preocupante. Me tocó las fibras cuando Quinn, el escritor venido a detective se va convirtiendo en indigente, poco a poco, hasta el punto de perderse del relato, no sin antes perderse de sí mismo. Es triste seguir ese proceso desde fuera, como simple lector. También, en mi caso, un poco azaroso. El proceso de cómo alguien normaliza su propia perdición me desesperó. Cómo alguien totalmente sensato y elocuente puede echarse a perder. Y me identifiqué porque me recordó a mí mismo en una época oscura de mi vida, cuando vivía fuera de mi país y lejos de mi familia, solo, desamparado, desarraigado, que llegó un momento plano y sórdido en que nada importaba, no te importas tú mucho más de lo que tu vida merece, es lo que puedo interpretar ahora. Normalmente a ese estado se le llamaría depresión, en un afán de identificar y clasificar las cosas, pero uno está tan bien consigo mismo que no lo es, no es depresivo, a lo mejor desde fuera, pero desde dentro es simplemente irse, dejándose ir, siendo testigo consciente de tu despedida de la vida convencional, del devenir normal de los días, de la cotidianidad social, de hacer vida como un ser corriente. 'No importa', pensaba yo, "qué importancia tiene" pensaba Quinn, ¿cómo no identificarme?

Hoy me enteré que he sido un indigente, o como mínimo un indigente emocional. No he vivido propiamente en la calle, por lo menos no más allá de dormir por algunos minutos en un andén, borracho y con amigos borrachos, pero sí he pensado y me he sentido como un indigente, al menos por un tiempo. Por un tiempo no recogí nada del suelo de mi apartamento, no me preparé comida, no aseaba el cuarto de baño, no me vestía para salir a la calle, no veía mucho la luz del día, 'para qué', pensaba. Un día llegó mi prima, la única familiar que tenía cerca, y me sacó de mi estado zen con una caja de arroz chino y dos cervezas. Ahora que lo veo desde la distancia me parece un episodio neutro, gris, sin propósito, pero el haberlo visualizado desde fuera me produce temor, miedo de mí mismo en alguna situación similar futura.

No me conmovía con un libro así desde La Broma de Milan Kundera. ¿Cuáles son las secuelas? Mañana quiero madrugar y trabajar y hacer y pensar cosas no indigentes. Gracias Paul Auster por joderme la semana.